Coordinación general: Simeon Lugo y Walter Verlezza
Producción: Mai Del Carmen Medina
Curaduría y texto: Anny Bello
Curadora de la sección de Pristowscheg: Laura Morales Balza
Museografía: Vanessa Valdés Prince
Montaje: Pedro Quintero
Diseño gráfico: Manuel Finol Cavalieri
Fotografía: Luis Cabrera, Erick Peley, Anaximenes Vera, Manuel Finol Cavalieri
Tiraje: 500 ejemplares
Depósito legal: DC2021000240
Caracas, marzo 2021
Fecha de exposición: Desde 18 de marzo hasta finales de mayo de 2021
Lugar: Lobby del Hotel Tamanaco Intercontinental Caracas
TRES APROXIMACIONES A LA ABSTRACCIÓN
La reunión de José Páez del Nogal, Pristowscheg y Dagoberto Becerrit, nos acerca a un diálogo de poéticas de variadas posibilidades técnicas y expresivas. A través de la pintura y la escultura, sus experiencias enriquecedoras, —al igual que los oficios que en cada uno de ellos ha creado un marco de referencias aproximativas al hecho creador— nos muestran los amplios alcances de esta tendencia en sus vertientes expresionista, orgánica y geométrica.
La autonomía de la forma respecto de la realidad, es un basamento fundamental en el abstraccionismo. La separación del ‘mundo de las apariencias’ contenida en la figuración, permitió llegar a otros estadios, a la cimentación de nuevas realidades y nociones estéticas. De un mirar hacia afuera, se busca adentro, en el conocimiento, en las emociones y en la psique, respuestas distintas a las puramente objetivas. La abstracción permitió llegar al alma de la forma.
El arte como canal sensible de conexión con el mundo, enlazado a su propia secuencia estilística y de ismos, ha sido hasta ahora, un censor crítico de la historia. En tiempos de confinamiento, el abstraccionismo vuelve a ser un modo discursivo que nos acerca al maravilloso fenómeno alquímico de convertir las dificultades en creatividad. La concepción de lo abstracto en el arte, probablemente no se hubiera dado, de no haber existido la necesidad de sobreponerse a las pérdidas y enfrentar los desafíos. La eclosión potente de la voz interior del hombre, en medio de una sociedad tambaleante en sus estructuras, desencadenó la interpelación del mundo exterior y afectó el ‘yo’ del artista en relación a los modos representacionales hasta ese momento existentes, por lo menos en Occidente. Es justamente, esta decisión de reinvención, la que nos muestran estos tres artistas, quienes han asumido como modelo los criterios conceptuales de esta forma de expresión.
De izquierda a derecha: Pristowscheg, José Páez del Nogal, Walter Verlezza y Dagoberto Becerrit
Foto: Cortesía de Vanessa Valdés Prince
Pristowscheg
Apasionado por la fotografía, Pristowscheg encontró en las las imágenes digitales, resquicios que ofrecían una fuente inesperada de nuevas posibilidades plásticas. De la selección de ciertas partes del paisaje, se desprendieron otras formas autónomas de su referente original. A través de los recursos informáticos, de la paleta gráfica y la edición, creó un corpus de obras abstractas, de variadas formas y combinaciones tonales, agrupadas en series.
Unas de ellas son Terro, Garbuglio, Nívuro precolombino, The Break, Punto y coma, composiciones en las que se superponen o yuxtaponen planos, en un ritmo visual armónico, entre los fondos, los primeros planos y el entrelazamiento de los colores. Terro —anagrama del vocablo retro—, Garbuglio —conjunto de elementos en desorden—, The Break y Punto y coma, presentan combinaciones de figuras de formas irregulares, colores planos de altos contrastes entre tonos luminosos y oscuros, fríos o cálidos, que en ciertos bordes producen un tercer o cuarto color. En estas asociaciones se percibe una temperatura del color, por la incidencia lumínica de ciertas áreas, así como un viso cromático tropical. En Nívuro precolombino, y en algunas piezas de The Break, las composiciones están realizadas en blanco, gris y negro, con predominios alternados entre figuras y fondos. El estilo de Pristowscheg oscila entre una carácter geométrico y libre; incluso en aquellas obras en las que prevalece la línea recta, éstas están dispuesta con dinamismo, en sentido oblicuo, quebradas o entrecortadas, bajo un deliberado ordenamiento del espacio.
Finalmente, la intangibilidad de la obra que nace de una matriz digital se materializa en la impresión sobre papel, metal o acrílico. La imagen virtual adquiere una cualidad plástica distinta mediante estos procedimientos que forman parte de las prácticas tecnológicas contemporáneas.
Dagoberto Becerrit
Bajo la serie titulada Espectro geométrico, Dagoberto Becerrit desarrolla toda su producción actual. En estas obras —colgantes, a pared o piso—, el cubo es un elemento a problematizar para desencadenar una propuesta de alta complejidad compositiva. El cubo funciona como una micro unidad, en relación a su estructura interna, y como una macro unidad, en relación a su comportamiento dentro de la totalidad de la obra. Está realizado con planchas de metal cuyos lados se unen en sus bordes para dar forma a un elemento abierto que cobija su propio diseño estructural (por ejemplo, formas triangulares, rectangulares). Las distintas posiciones de las planchas sólidas y micro perforadas, reciben la iluminación de manera distinta, desencadenando fenómenos perceptivos en la superficie, de entrantes y salientes, que se modifican visualmente con el recorrido del espectador, lo que da a esta obras la noción de ‘espectro’, de irrealidad de relieves y de segundas formas inexistentes, que sólo son retinianas y se activan bajo ciertas condiciones del entorno.
El cuerpo de muchas de estas obras, de cubos uniéndose a otros, puede interpretarse como de desarrollo rizomático, cuyo crecimiento se produce en distintas direcciones, en permutación de posiciones y tamaños, que dialogan entre sí. Para destacar el volumen de las formas, el artista recurre a pátinas monocromáticas en amarillo, azul, blanco, rojo, negro, y sólo a veces, a combinaciones limitadas.
En estas propuestas se desdibujan las categorizaciones entre el abstraccionismo geométrico y el cinetismo. En efecto, se parte de estructuras matemáticas y geométricas, pero el comportamiento de la obra define claras relaciones con el entorno, el sujeto y el tiempo, convirtiéndolo en un ‘acontecer’.
José Páez del Nogal
José Páez del Nogal se presenta con la serie Trazos, realizada entre 2015 y 2019, con materiales diversos, sobre papel y tela, en la que consigue una delicada y potente combinación de trazos, planos geométricos y fondos blancos, para cuyo efecto, en ocasiones, utiliza el recurso de la tela cruda. El estilo de su pincelada es desenvuelto e incisivo, y la composición de cierto matiz orientalista, por el equilibrio entre vacíos y llenos.
En la ejecución del trazo se accionan mecanismos que provienen del centro energético de la respiración, del ser interior y la conciencia, de allí que para el artista sea una expresión caligráfica vital. La fuerza y rapidez no implica un descontrol en la pintura, pues la disposición de la tachadura está en orden con la composición. En otras piezas utiliza el estarcido, técnica experimental, llevada un poco por el azar. La formación en las artes gráficas, lo han habituado a los procedimientos metódicos, y paradójicamente, al resultado imprevisible de la imagen, al igual que al conocimiento de las propiedades de los materiales y de las reacciones del soporte.
El sistema de líneas, puntos y color es el basamento plástico de su obra en la que conviven en armoniosa tensión planos rectos, áreas sin intervenir y la naturaleza expresionista de la pincelada. Es un trabajo de rica plasticidad en la que se llevan al límite las relaciones entre la pintura y el dibujo.
Esta triada de artistas con obras de diverso talante, conjugan técnicas, materiales y estilos que son ejemplo de las ilimitadas posibilidades de abordar la abstracción. Son herederos de la tradición, de las nuevas tecnologías y del legado cultural y artístico de un movimiento que irrumpió en el arte venezolano, en un contexto de progreso y vanguardia, y sembró referencias invaluables en la visualidad y en el espacio arquitectónico y urbano.
La obra de José Páez del Nogal, Pristowscheg y Dagoberto Becerrit merece ser vista desde distintas perspectivas. Desde la voluntad del oficio, de la investigación y el trabajo continuo que trasciende lo cotidiano y da como resultado las obras aquí mostradas. Desde la definición de las estructuras conceptuales y plásticas de una manera de percibir el mundo que subyace a la realidad visible, bien desde la libertad expresiva o de métodos geométricos, que nos ha permitido observar que pese a los distintos procesos, el origen del lenguaje abstracto es el mismo. Que es más que el gozo de presentar adecuadamente los elementos plásticos formales, sus basamentos se encuentran en dimensiones espirituales o científicas. Desde la noción de lo estético, de cómo la energía intuitiva del artista le lleva proponer nuevas relaciones entre el sujeto y la obra, guiado por el ideal del poder alquímico del arte. En el caso de Páez del Nogal, mediante la gestualidad, al mismo tiempo espontánea y controlada; en Pristowscheg a través de la incorporación de los lenguajes digitales en la creación de la obra; y en Becerrit, en la conjunción entre materia, geometría y fenómenos sensibles.
Lo abstracto implica un modo de pensar y expresar la realidad, de ideas ausentes de toda narrativa, con vitalidad propia, dotada de sus propias significaciones. Todos estos artistas, coinciden en un punto de partida y en la manifestación de una voz universal que interroga a la naturaleza de la imagen, en relación a las circunstancias de su tiempo.
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